lunes, 24 de septiembre de 2012

La historia del padre, el hijo y ...


Las historias ilustran claramente realidades de lo cotidiano y nos hacen reflexionar y entender, encierran un conocimiento que nos hace despertar y darnos cuenta de las lecciones que nos enseñan.
Los seres humanos tendemos a juzgar, criticar y a estar en casi permanente desacuerdo con los demás: quizás sea una característica de nuestra estructura cerebral y mental, al estar instalados en un yo, difícil de despegarse de sí mismo y lejos de mostrar empatía  con las demás personas.
Este cuento es muy bueno, de echo aparecía entre las páginas de El Conde Lucanor, un libro de cuentos que tendrá unos 600 años.

 Erase una vez…
 Un padre acompañado de su hijo de corta edad y su burro, tenían que cruzar semanalmente la plaza principal de un pueblo para dirigirse a realizar unos trabajos en una aldea un tanto distante. Un buen día, el niño iba montado en el burro y el padre caminando cerca del mismo pasaban por la plaza del pueblo, un tanto concurrida de vecinos, - como era habitual -, que miraban con curiosidad la escena que se presentaba ante sus ojos. Una vez rebasada la plaza principal, los vecinos comenzaron a criticar ácidamente: "Será posible?  ¡el niño, fuerte y robusto sobre el burro, y el pobre padre un tanto mayor y achacoso caminando!  ¡Qué poca vergüenza!

 Habiendo llegado estos comentarios a oídos de este hombre, la siguiente semana, era él mismo el que iba sobre el burro y el niño caminando, azuzando al animal. Los vecinos del pueblo al ver esto, arremetieron con sus críticas hacia el padre: "Qué poca vergüenza! ¡ el pobre  niño caminando y él tan contento sobre el burro! ¡qué padre más despiadado!

Con el fin de no recibir tantas críticas, a la semana siguiente, pasan delante de los vecinos del pueblo, tanto el padre como el hijo montados en el burro; al ver esto, aquellos que estaban sentados en la plaza muestran abiertamente sus críticas: "Cómo es posible que tengan tan poca consideración por el animal. ¡los dos, sentados tranquilamente y el pobre animal, derrengado, llevándolos sobre su lomo!"

 Al pasar el tiempo, y tener una vez más que pasar por el pueblo, y evitar de una vez por todas, todo tipo de crítica, el padre y el hijo van caminando, llevando al burro atado con una cuerda. Al ver esto, los vecinos del pueblo, no pueden dejar de exclamar: "¡Serán estúpidos!, para qué quieren el burro, los dos caminando y el burro moviéndose a sus anchas; qué poco cerebro tienen!"

MORALEJA: Haz lo que creas que es correcto, como hagas caso a los demás, podrás acabar llevando el burro a hombros. 
Anoten esta gran frase de Jerry Minchinton para nunca olvidarla: “Me niego a sentirme mal sólo para hacer que otros se sientan mejor”.

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