viernes, 6 de abril de 2018

5 Cosas Que he Aprendido a cinco años de la muerte de mi Mamá


5 Cosas Que he Aprendido a cinco años de la muerte de mi Mamá


El día sábado 6 de abril del año 2013 fue sin duda el día más desgarrador de mi vida. No tengo muy claro si se puede explicar la intensidad de las emociones que uno siente, la pena que parece infinita, la sensación de desamparo y la soledad profunda que viene de la muerte de una madre.

Ese fue el día que perdí a mi madre.

De un momento a otro me encontré sofocado en un mundo lleno de ruido blanco, y no importaba si estaba rodeada de gente o solo, siempre sentía una separación visceral con la realidad, lo único que era cierto era la perplejidad que me ocasionaba el sentir que mi madre ya no estaba conmigo, y que nunca más lo estaría…

Sentía rabia, mucha rabia. Ese día se llevó a mi gran soporte en la vida y a mi fan número uno de mi lado. Quería rendirme. Las palabras no alcanzan para articular la dolorosa separación entre una madre y un hijo… o el tener que escribir el discurso funerario para tu madre… o el darse cuenta de que nunca, nunca más volverás a darle y al mismo tiempo recibir su abrazo.

Ahora que se acerca su quinto aniversario, he dejado de contar los momentos en base a mis respiraciones y he vuelto a contarlos primero por minutos, luego por horas y ya cada vez es más fácil hacerlo por días.

Sobrevivo. Y en el proceso aprendí mucho acerca de la sobrevivencia. Esto es:

1. Aprendí que el mundo no se detiene por mí.
Hay muchos días en los que aún me siento vencido, pero la vida no es una película. No puedes poner pausa cuando quieras y no puedes rebobinar para revivir alguna escena. Y claramente no tienes un infinito número de vidas. Se te ha dado una vida, y el mundo continuará siempre sin parar, a pesar de que tú sientas que todo tu mundo se detuvo. La única manera de sanar es seguir hacia adelante.

2. Aprendí a estar agradecido por lo que aún tengo.
Las personas más felices son aquellas que valoran lo que tienen en vez de fijarse en lo que no tienen. A pesar de que sí, murió mi madre, la verdad es que no la he perdido, aún tengo 44 años llenos de recuerdos y de amor infinito, creo que no todos tienen esa suerte. Ahora siento que aprecio mucho más todas las cosas que tengo en mi vida, buenas, malas, grandes y pequeñas, todas son cosas que puedo experimentar porque aún tengo lo más importante que uno puede tener, la fortuna de vivir.

3. Aprendí que aún uno tiene el control de su vida.
Entender que uno tiene control y voluntad sobre sus emociones y acciones es el primer paso para superar cualquier obstáculo. Quizás no puedas cambiar muchas de las cosas que suceden en tu vida, pero puedes cambiar cómo te tomas cada una de esas cosas y puedes elegir hacia dónde quieres ir con ellas.

4. Aprendí que la adversidad no es una excusa para darse por vencido.
Motivación. Sueños. Metas. Concentrarte en el movimiento hacia adelante no solamente te ayuda a no quedarte pegado en el pasado, sino que te ayuda a limpiar tus pensamientos y a seguir adelante. Al final, cuando uno va superando los obstáculos, miras hacia atrás y ves mucha fuerza en tu dolor. Rara vez recuperas lo que perdiste, pero todavía tienes todo por ganar.

5. Aprendí que nunca un adiós es un verdadero adiós, es un hasta siempre.
Buscarle una explicación a la muerte te embarca en un viaje donde sólo hay una puerta giratoria. Es infinito y nunca para de dar vueltas. No importa cuánto implores, llores y grites, nada vuelve en bien lo mal que te sientes. Es por eso que decidí dejar de buscar explicaciones y comencé a buscar paz. El camino hacia la paz no es inalcanzable y no tiene puertas giratorias, va hacia adelante y sana todo lo que va tocando en su camino.

La vida nunca me engañó en decirme que mi madre estaría ahí por siempre, de hecho, siempre supe que algún día ella partiría, como lo harán todas las personas que conozco, como lo haré yo mismo algún día… El día que logré aceptar eso, fue el día que di mi primer paso en el camino hacia la paz.

Tengo una certeza tan clara en mi corazón que es inexplicable, mi madre nunca se habrá realmente ido, incluso cuando yo sea viejo y esté cerca de mi propio fin. Es la única persona que es verdaderamente irremplazable en mi vida y siempre la traigo dentro de mí, aunque no me dé cuenta. Ella sigue viviendo dentro de mí, y con eso me basta para sonreír. Entonces, no es un adiós mamá, es un ¡hasta siempre!